Un ordenador mira fijamente a los ojos LCD de su interlocutor. No sabemos qué dicen, pero sus
pantallas van mostrando diferentes iconos en el transcurso de la que parece una amigable conversación. Aunque estás acostumbrado a que tu ordenador dialogue contigo, ya sea a través de
estas letras encerradas en bits o a través de esa flecha blanca para que pinches la salida de emergencia, lo cierto es que también puede comunicarse con otros de su especie.
Dos artistas interactivos, el barcelonés Ishac Bertran y el neoyorquino Jonathan
Wohl, estudiaban un curso en la Escuela de Computación Poética de Brooklyn
cuando comenzaron a reflexionar sobre nuestra forma de percibir y comunicar.
Pensaron que podían mostrar esos humanos procesos en los ordenadores si les
decían cómo. Así que decidieron colocar dos dispositivos, cada uno con una
cámara en la cabeza, enfrentados entre sí, para que fueran capaces de verse y
hablar como cualquier pareja de 'homo sapiens' (cuando dejamos de usar
WhatsApp, claro).
“Si los ordenadores están hablando el uno al otro y nosotros como humanos
estamos viendo la conversación, podemos identificarnos con los ordenadores.
No entendemos lo que están comunicando, pero nos identificamos con la idea de
que están comunicándose mirándose el uno al otro y hablando", nos explica el
artista Jon Wohl.
A LOS ORDENADORES TAMBIÉN LES GUSTA JUGAR AL PIMPÓN
Wohl y Bertran decidieron llamar a su proyecto 'Talking', y a principios de año han presentado su
instalación interactiva, compuesta por tres pares de máquinas
que se relacionan entre sí, en el festival The Story of Light celebrado en Goa
(India), un evento que reunió a científicos, filósofos y artistas. Cada pareja de
máquinas reproduce un proceso de la percepción humana, utilizando técnicas
de visión por ordenador y algoritmos de procesamiento de imágenes.
La primera pareja de ordenadores está programada para explicarnos cómo
nuestro cerebro detecta lo que nuestros ojos ven. Cada dispositivo actúa como
un espejo: muestra en su pantalla lo que percibe a través de su cámara, al igual
que nuestros ojos convierten la luz que les llega en señales que serán procesadas
por el cerebro.
En un segundo estadio, los ordenadores son capaces de interpretar lo que ven, tal
y como hacemos los humanos. Un visitante podía trazar un dibujo simple en la
pantalla del ordenador emisor y el ordenador receptor era capaz de reconocer ese
patrón visual y asociarlo a un concepto, al igual que nuestra mente asocia las
formas visuales con ideas gracias a nuestros recuerdos y experiencias. “Fue
interesante ver cómo la gente decía 'ahora entiendo mejor cómo funcionan las
cosas que doy por descontado'”, señala Bertran.
Estos ordenadores acaban incluso por ponerse juguetones: uno actúa como
pelota y el otro como raqueta en una peculiar partida de pimpón que alude a otro
proceso humano: la lógica y la predicción. Seguro que no reflexionas a menudo
sobre la admirable capacidad que has desarrollado a lo largo de tu vida para
apartarte a tiempo antes de que un balonazo impacte en tu cara.
Con solo apretar un botón que estos artistas habían dispuesto en la instalación, los
visitantes podían comprobar cómo funciona ese mecanismo mental y
computacional: una línea verde lo indicaba en la pantalla. “Se pueden observar las predicciones de dónde va a ir la pelota y esta es una forma de explicar un poco
mejor cómo funciona, cómo las máquinas están haciendo predicciones capaces de anticipar”, detalla Bertran.
Bertran y Wohl pretendían con esta instalación detener esos procesos que
nuestros cerebros realizan muy rápido y mostrarlos en máquinas capaces de
explicar cómo percibimos. Si reproducimos en las máquinas nuestras propias acciones (el
'bot' Eugene Goostman fue capaz de engañar al 30% de sus
interlocutores humanos haciéndoles creer que él también lo era y el superordenador Watson no solo ha sido capaz de ganar a los
participantes en un
concurso de televisión, sino que además ha escrito ya su propio libro de cocina),
¿acaso no pueden ayudarnos también a entender cómo pensamos los
humanos?
“Creo que es interesante reflexionar sobre cómo construimos máquinas que nos
ayudan y que están muy cerca de la forma en que nosotros trabajamos, así que
hemos tratado de modelar esos procesos y trasladarlos a los ordenadores”, nos cuenta Bertan.
Al mismo tiempo que este proyecto trata de trasladar la mente humana a la
mente de las máquinas, consigue que reflexionemos sobre cómo los ordenadores
son capaces de 'pensar' gracias a su propia programación, aunque ( todavía)
no tengan consciencia de su propia existencia.
Wohl admite que la inteligencia
artificial es una de los conceptos que sobrevuela su proyecto, pero su propósito no
era desarrollar máquinas más inteligentes que los humanos, sino exponer las
destrezas que los ordenadores ya son capaces de desarrollar como nosotros.
“Cuando ves un proceso que está dentro de ti en una máquina y ves cómo hace
algo que es humano, tienes esa perspectiva que te ayuda un poco a entender la
diferencia , a entender realmente lo que está pasando”, defiende Bertran. Al
final, tu ordenador puede servir para mucho más que para entretenerte por
internet: puede ayudarte incluso a pensar sobre tu propio pensamiento.
EL LENGUAJE CORPORAL DE LA COMPUTACIÓN
Una barra de progreso nos dice que esperemos. Un cursor parpadeante, que el
ordenador nos está aguardando a nosotros. Para estos dos artistas interactivos,
estos símbolos constituyen el lenguaje corporal de los ordenadores, y en la
segunda parte de su proyecto están tratando de averiguar cómo esos gestos se
asemejan a cualquier conversación humana. Han programado a los ordenadores
para que sean capaces de comunicarse y tomar decisiones solo a través de
imágenes visuales, una instalación que expusieron previamente a la de India en el
Eyebeam Art and Technology Center de Nueva York.
“Cuando ves a gente hablar al otro lado de la calle no sabes lo que están
hablando, pero puedes ver que están discutiendo, se están riendo o se lo están
pasando bien. No sabemos lo que dicen, no sabemos lo que ocurre”, explica Ishac
Bertran. Si vemos el cursor parpadeante de un ordenador, no sabemos lo que está
pensando, pero sí que está aguardando nuestra próxima orden.
De la pareja de ordenadores que jugaba al pimpón, uno de ellos esperaba.
Cuando la barra de progreso del primero acababa, comenzaba de nuevo el juego
con su pareja. Una particular metáfora de cómo en una conversación esperamos
de forma cortés a que el otro termine de hablar antes de comenzar, activando
el parpadeo de nuestro propio cursor.
Estos dos artistas consideran que esos símbolos visuales son nuestros gestos y
nuestras actitudes. No son palabras, porque cuando vemos una barra de
progreso no conocemos realmente lo que está haciendo el ordenador. “Entiendes
que el ordenador está trabajando en algo pero sin información adicional
necesariamente sobre lo que está haciendo”, nos cuenta Jon Wohl. “Son casi como actitudes o emociones que los ordenadores tienen circunstancialmente
pero no son necesariamente contenido”, detalla este artista.
Estos dos creadores quieren que su proyecto continúe creciendo, adoptando
otros caminos con los que continuar explorando la comunicación humano-máquina
en todas sus posibilidades. Ya se plantean realizar un proyecto similar con
'smartphones', una exposición que sin duda podrá provocar la imaginación de
aquellos que la visiten. ¿Qué le diría un Android a un iPhone? Suponemos que
nada agradable, aunque probablemente solo seríamos capaces de intuir que los
dos teléfonos no se llevan demasiado bien por su lenguaje corporal.
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Las fotografías de este reportaje son propiedad de Ishac Bertran y John Wohl(Talking Project)